Una carretera de interminables curvas que parte de Palafrugell –municipio al que pertenece– esconde este pequeño paraíso de arena granulada y de exuberante vegetación. Si tienes paciencia, agradecerás haber llegado hasta aquí. Disfrutarás de las calas de Aigua-xellida, Pedrosa o Els Lliris. Y en la de Aiguadolç, después de un buen baño de agua y sol, podrás refrescarte en la fuente que le da nombre. Un paseo por el camino de ronda hasta el faro de Sant Sebastià te depara otra maravilla: la inabarcable vista sobre el mar. ¿Te has imaginado ya escapándote a Tamariu?