En la noche del 5 de enero, todas las miradas se posan en Sus Majestades los Reyes Magos. Melchor, Gaspar y Baltasar llegan a cada pueblo con su séquito, para traer regalos a toda la familia. Es la popular cabalgata de la víspera de Reyes, una de las costumbres más arraigadas en nuestro territorio.
Cuando empieza a anochecer, los más pequeños de cada casa salen a la calle con un farolillo encendido para iluminar el camino a los tres Reyes Magos. Hacen sonar silbatos para darles la bienvenida, y, en las poblaciones de Cataluña, cantan la siguiente tonada popular: «Visca els tres Reis de l’Orient, que porten coses a tota la gent...» (‘Vivan los tres Reyes Magos, que a todos nos traen regalos...’).
Esta cabalgata de origen cristiano representa el camino de los Reyes hasta Belén, guiados por la estrella de Oriente, para adorar al Niño Jesús regalándole oro, incienso y mirra en el día de su nacimiento. En la cabalgata, las carrozas de los Reyes y los pajes reales recorren las principales calles de pueblos y ciudades, dejando una alfombra de caramelos a su paso.
Durante los días previos a esta celebración, los niños escriben su carta a los Reyes, con la lista de los regalos deseados. En la noche del 5 de enero, los Reyes de Oriente reparten los regalos casa por casa, a lomos de sus camellos y con la ayuda de sus pajes (y con mucha dosis de magia, claro está). Antes de irse a la cama, los pequeños deben dejar comida y bebida para que los Reyes y sus camellos repongan fuerzas. Y, cuando se levanten, descubrirán los regalos que querían... siempre que se hayan portado bien durante todo el año. En ocasiones, Sus Majestades dejan carbón –de azúcar– para advertir a algún niño que debe portarse mejor.
Durante la comida del 6 de enero, es típico comer el roscón de Reyes como postre, un pastel de mazapán y frutas confitadas que esconde dos sorpresas. Quien encuentra la figurita de un rey es coronado, mientras que quien encuentra el haba debe pagar el roscón.